sábado, 28 de abril de 2012

Tratando de buscar la inspiración

" A veces la vida te da limones"

Melissa cerró el libro que estaba leyendo, una extraña ridiculez acerca de "autosuperación" que jamás entendería. Siempre pensó que estos libros serían ridículamente optimistas, y por supuesto, bastante ilusos. Sin embargo, este libro tenía dejos de pesimismos en cada página, en cada párrafo.
Suspiró, agobiada. El calor la estaba sofocando. Miró para fuera, llovía torrencialmente. Tomó su abrigo y salió.
Mientras caminaba debajo de la lluvia, la gente caminaba apresurada, tratando de llegar luego a su destino, de evitar mojarse más de lo que ya estaban. Melissa se detuvo, ¿hacía dónde se dirigía?. Miró alrededor y se sintió desorientada, de pronto no reconocía esas calles, ni sus nombres.
Siguió caminando, pensando en que tarde o temprano podría ubicarse, después de todo, no había avanzado tanto.
Tras unos pasos descubrió que ya no estaba en la ciudad, pero distinguía un prado y se dirigió hacía allí. Al llegar, descubrió un campo de girasoles. Decidió pasear un rato entre ellos, observando que la lluvia comenzaba a despejarse. "La vida debería darte girasoles, en vez de limones" pensó Melissa, "todo sería más fácil".

De pronto, Melissa divisó a una persona en la lejanía. No lograba distinguir bien quién era, si era hombre, mujer, niño, anciano, pero se acerco a ella. Mientras lo hacía, esa persona comenzó a avanzar, lento al principio, luego más rápido. Melissa la persiguió, y mientras corría pensaba que cada vez se alejaba más de casa. Mientras más corría, menos podía recordar su hogar, su familia, sus cosas.

Después de un rato perdió de vista a aquella persona, perdió de vista el hermoso campo de girasoles, perdió de vista su ciudad y su hogar. Se encontraba en medio de la nada.

Decidió descansar, ya había tenido suficiente por hoy. Se recostó en el suelo, donde luego se quedó dormida.

Cuando despertó, Melissa solo recordaba haber soñado con unos girasoles. Se había quedado dormida con  el libro encima. Apartó "A veces la vida te da limones" y se levantó, mirando hacia fuera, sin recordar mucho de su extraño sueño.

La vida de Melissa continuó, sin sobresaltos que valga la pena destacar, pero Melissa nunca estuvo tranquila. Siempre tuvo la sensación de ser observada, todo el tiempo. Cada vez que veía un girasol se inquietaba y miraba a su alrededor.
Hacía el final, Melissa conservaba apenas la razón, y la albergaron en un hogar, donde pudiese disfrutar sus últimos días de vida, donde Melissa pudiese disfrutar entre los jardines, dibujando girasoles, como lo había estado haciendo desde ese extraño sueño, sin dejar de percibir aquella extraña presencia, aquella escurridiza sensación que la observaba.

Desde lo lejos observaba a Melissa, mientras veía cómo esta perdía la razón, sin poder hacer nada al respecto. La sociedad jamás la comprendería, nadie en su sano juicio lo haría. Mientras observaba a Melissa acercarse a un acantilado, una lágrima corría por su mejilla.

Melissa se dirigía hacia su campo de girasoles, dispuesta a pasar un rato, hasta que la lluvia cesase, preocupada sólo por volver luego a su hogar.