miércoles, 6 de marzo de 2013

Un sueño.

"Si hay una sensación que odio, es tener ganas de escribir y que la inspiración no te acompañe. Es casi tan desagradable como tener la historia perfecta, y nada para anotar (y una memoria como la mía)".


Por la vereda del frente estaban construyendo un nuevo edificio. Un edificio muy alto y moderno.
No sabía para qué era, pero seguramente sería para lindos departamentos que darían hogar a muchas familias. O a lo mejor, se trataban de oficinas para nuevas o viejas empresas.
Una grúa vigilaba la faena desde el cielo, mientras que los constructores se movían de un lado a otro, instalando fierros, pasando concreto, perfeccionando las métricas.

Elisa se maravilló al comprobar que su árbol favorito seguía ahí, y que por el momento, parecía sobrevivir a los escombros que se ubicaban en su cercanía.
Elisa continuó trabajando, en un edificio mucho menos moderno que el que estaban construyendo, pero en una buena oficina, ajena al ruido y el calor que había afuera. Mientras tipeaba cosas que ya no entendía en su computador, se sintió un poco mareada, por lo que decidió ponerse de pie y caminar un rato, tomar algo de agua helada.

Antes de volver a trabajar decidió tomar un poco de aire libre, y salió a la entrada de su edificio, donde una leve brisa aligeraba el calor de ese día. Sin saber por qué, decidió salir del terreno del edificio y se dirigió al parque que tenía al frente. Una vez allí, se sacó los zapatos. Amaba sentir el pasto bajo sus pies, caminar, acostarse en el suelo, mirar el cielo, las nubes y cómo estas juegan y se mueven y esconden detrás de la copa de los árboles, saliendo de su campo de visión. Elisa se quedó en esa posición, mirando el cielo. No se dio cuenta cuando se quedó dormida, el clima era tibio con una suave brisa que la arrullaba, y ella se sentía cansada.

Después de un rato Elisa comenzó a soñar. Soñaba que despertaba en un parque. Al principio pensó que simplemente había despertado, pero cuando se dirigió de nuevo hacia el edificio donde trabajaba, este no estaba ahí. No entendió lo que pasaba, pero se dio cuenta de que ninguno de los edificios que antes estaban ahí, existían, ni siquiera el que estaban construyendo. "A lo mejor estoy desorientada" pensó Elisa, pero desde ahí podía ver aquel árbol que le gustaba, en la misma posición que debía estar.
Elisa no entendía qué sucedía, intentó buscar a alguien para preguntarles algo, pero tampoco vio a nadie. Finalmente decidió que aun estaba soñando y decidió no darle importancia.
Se puso a caminar, descalza, por el parque, en dirección a su casa. Era un largo camino, pero ella no sentía calor, ni hambre, ni cansancio. Mientras caminaba sintió que alguien la seguía. Dio media vuelta, pero no vio a nadie, por lo que siguió caminando.

Al rato caminando se dio cuenta que no sabía dónde estaba. Nada era como ella recordaba. Todo era naturaleza, y ella se encontraba en un hermoso valle rodeado de una cordillera nevada. Se sentó a ver a su alrededor, maravillada por ese hermoso paisaje, pero se sintió abrumada, y sola. Ese repentino sentido de soledad le dolió, y eso la asustó, pues en un sueño no se supone que sientas dolor. "A lo mejor no es un sueño". Sintió que esa idea quedaba en el aire, flotando frente a ella, probando su temple y su capacidad de comprensión.

Sin saber por qué, Elisa se levantó, y empezó a correr en dirección contraria a la que había estado tomando, corrió por lo que le pareció una eternidad, hasta que todo se volvió un borrón. Cada vez iba más y más rápido, y de pronto la invadió la sensación de no poder detenerse nunca. No le importó, le agradaba esa idea, correr hasta siempre, huyendo de lo que no entendía y dejaba atrás. Elisa siguió corriendo hasta que de pronto, sintió que chocaba con algo. No se lastimó como debía, sobre todo por la velocidad a la que iba, pero de todas maneras el choque la hizo caer. Al mirar qué había causado el impacto vio a una persona. La miraba, sonriendo. Le tendió una mano para ayudarla a ponerse de pie. Acto seguido, esa persona se puso a correr. Elisa corrió detrás, tratando de alcanzar a aquel ser, preguntarle qué sucedía, qué recuerdos tenía. Necesitaba saber. Le urgía saber. Pero aquel extraño ser seguía corriendo, ignorando sus llamados.

De pronto aquel ser se detuvo en seco. Elisa también lo hizo, quedándose detrás de él, observándolo. Después de unos pocos segundos, Elisa vio como de su espalda surgían dos gigantescas alas. Boquiabierta observó como ese ser le dedicaba una rápida mirada por sobre el hombro, siempre sonriendo, y emprendía el vuelo. Ella lo siguió, gritando para que regresara, pero no parecía escucharla. Elisa siguió corriendo, pues era lo único que podía hacer, no quería quedarse sola para siempre en ese extraño mundo. Sin mirar dónde pisaba, corrió por horas y horas, con la vista siempre en el cielo, donde aún podía divisar a ese ser, que la aventajaba en velocidad, que se iba perdiendo en el horizonte.

Elisa sintió un vacío en el estómago cuando su pie no encontró lugar dónde apoyarse. Había estado corriendo sin mirar por dónde iba y ahora había dado un paso en falso hacía el vacío. Así Elisa vio cómo caía entre medio de los altos edificios, mientras los obreros de la construcción veían, con horror, cómo Elisa se estrellaba contra el suelo.

Elisa no alcanzó a pensar o sentir nada, solo se abandonó a lo que venía, y cerró los ojos. Después de un rato, sintió que nada sucedía, y eso le extrañó. Decidió que tenía que abrir los ojos, pero le daba miedo hacerlo. Lentamente, abrió uno primero, y entrevió unas nubes que jugaban a esconderse en la copa de los árboles que tenía a su alrededor. Abrió el otro ojo y vio que se encontraba acostada aun. Cuando se levantó pudo divisar su lugar de trabajo. Asombrada, Elisa pensó: "Después de todo, solo fue un sueño". Y se sintió aliviada, pero algo le molestaba. Cuando estaba llegando a la puerta de su edificio, algo llamó su atención. A la vuelta de la esquina reconoció a una persona. Estaba parado, solo, mirándola y sonriendo. Siempre sonriendo. Estiró una mano en dirección a ella, como invitándola. Ella le devolvió la sonrisa y se encaminó hacía él. Siempre sonriéndole, siempre descalza, sin mirar atrás, ni a su alrededor, donde una multitud comenzaba a juntarse, horrorizada, alrededor del cadáver de una joven que acaba de caer de un edificio en construcción.



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